Abstracción como ideología

Uno de los textos bastante leídos del filósofo alemán G.W.F. Hegel es aquel titulado ¿Quién piensa abstractamente?, del cual contamos con una versión al español gracias a Gustavo Macedo (Revista Ideas y Valores, N° 133). Como señala el traductor, uno de los principales aportes de este texto consiste en su crítica al “formalismo epistemológico”, esto es, a la tesis según la cual hay propiedades abstractas reconocibles en el objeto de conocimiento. Sin embargo, creemos que este brevísimo escrito (no más de cinco páginas) puede contener algunos elementos para un análisis de la ideología. En lo que sigue mostraremos por qué.

Escribe Hegel: “Esto significa pensar abstractamente: no ver en el asesino más que esto abstracto, que es un asesino, y mediante esta simple propiedad anular en el todo remanente de la esencia humana”. En otras palabras, generalizar una cualidad dada en un sujeto de tal forma que todo él sea identificable solo bajo esa categoría. Así, constituye un impedimento este abstraer para ver lo real en su desenvolvimiento: no vemos que el asesino es también un ser humano, o que posee otras cualidades, sino que queda esencializado para siempre como un asesino.

Otro ejemplo que nos otorga Hegel  es el siguiente: “El hombre común, una vez más, piensa más abstractamente; él se da aires de gran señor frente al sirviente y se relaciona con él sólo en cuanto sirviente; a este único predicado se aferra él firmemente”. Luego Hegel contrapone a este “hombre común” un “hombre distinguido” que sabe ver más allá de las simples abstracciones: “El hombre distinguido sabe que el sirviente no es solamente un sirviente, sino que también está enterado de las últimas noticias de la ciudad, conoce a las jóvenes, guarda buenas sugerencias en la cabeza, él le pregunta sobre estos asuntos, y el sirviente puede decir lo que sabe sobre aquello que el jefe le pregunta”. Más allá de las referencias que esto guarde con la famosa dialéctica del amo y el siervo (desarrollada en la parte correspondiente a la Autoconciencia, capítulo IV, en la Fenomenología del espíritu), quisiéramos rescatar el hecho de que aquel que no rige por las convenciones u abstracciones de las palabras puede ver más allá de los simples nombres de “amo” y “siervo”: no permite fijar su conducta a la realidad falsamente construida por las palabras y avalada por el medio social.

Y es aquí donde encontramos lo que mencionamos al principio: sabemos que una de las características del discurso ideológico consiste en naturalizar y universalizar, en una palabra, legitimar cierto tipo de actividad social. Si lo real se muestra reacio a todo tipo de conceptualización y cierre llevado a cabo por cualquier sistema de pensamiento, la ideología opera justamente de aquella forma, esto es, abstrayendo y fijando lo real y al Otro. Los individuos ideologizados perciben, comprenden y actúan sobre la realidad de igual forma que el “hombre común”: sus referentes no son lo real sino meras palabras condicionadas en su significado por la ideología dominante.

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