Oda a nuestra muerte

Carta de ajuste. Estoy colgando desde un plástico moldeado. No está atado a mi cuello pero sí a mi andar, mi estabilidad, a mi destino. Tengo unas irremediables ganas de hacer puenting desde aquí y caer sobre mi cabeza justo a unos centímetros de ti, sobre tu cama, que contrastándola con mi pesar, hace más suave la caída. Mis pies cuelgan, no sé si buscan el piso o tus pies. Mis rodillas se mueven de acuerdo a mis muslos, de manera oscilante respecto a mis caderas, las siento muertas, o al menos con muchas ganas de vivir. Te quiero mucho. Mi mirada sigue el camino del día a noche, para nosotros empieza a amanecer desde las 6 de la tarde, parpadeo poco conforme recuerdo cada minuto que pasé sentado en el sofá, y por cada segundo que pasa mi amanecer se hace más corto; no concibo noches de que te conocí. Mis hombros no se mueven, ni mis brazos ni antebrazos ni muñecas, mis dedos intentan acariciar tu cabello; lo logran y se aferran a ellos como si su vida dependiese de ello; y así fue. Mi pecho convulsiona sin contracción muscular alguna, siente el aire menearse suavemente en sus vórtices, penetra suavemente pero no cala hondo, no siente la presión por su interior; no logro respirar correctamente. Mi estómago truena como si hubieran metido todos nuestros cuadros en la licuadora, chillan los recuerdos, las sensaciones gimen de dolor ante las afiladas navajas del destino, mi destino. Mi cuerpo tiembla, se desespera y no sabe, no sé si es por la falta de tus besos o falta de aire. Sujeto con la fuerza de Heracles tu cabello, sientes como a cada segundo la fuerza se desvanece, sientes como tu cabello se escapa de entre mis dedos, siento la vida, mi vida, desvanecerse por cada hilo chocolate que sin quererlo dejo al viento, a ese aire seductor. Mi índice intenta sujetar lo poco de vida que me queda, mi voluntad aumenta, pero mi fuerza disminuye a cada instante, a cada intento de respirar de manera óptima. Derramo lo que creo es un poco de mi agonía, toda sensación de zozobra y congoja es expulsada desde mis lagrimales hacía ese piso que intento sentir, esos pies que en algún momento intenté besar; siento felicidad al saber que a mi lado te encuentras en estos momentos, sonrío con lágrimas en los ojos ante tu presencia y cariño dado hasta este momento. Lloras, pero sabes que nunca más volverás a llorar de esa manera, o tal vez sí, cuando veas los códigos descifrados, cuando recuerdes aquel verde prado, aquel sofá. Nuestras sonrisas en el fondo demuestran las penas más duras, cada risa es un llanto tocado con otro instrumento. Dejo de sentir dolor por sentir amor. Mi índice, cansado por la batalla biológica, selectiva, decae. Aún logro sentir algo, pero es una sensación ya marchita, dulce y deprimente a la vez: coges mi mano la posas sobre tu mejilla. Mi mirada busca por última vez los astros más bellos, aquellos que a muchos dejaron ciegos, pero que yo tuve la voluntad de quemarme los ojos con tal de solo obtener ese recuerdo. Intentar ver de nuevo y que lo único que pueda sean tus ojos, tu bello rostro. Siento ese calor abrasador sobre mis cuencas negras, recuerdo por última vez y con emoción todos los actos vividos, los hechos sucedidos, los problemas, la solución y nuestro final. Mi final junto a ti. Sonrío, sé que me correspondes como aquella tarde, siento tu mejilla, recuerdo tus besos. Nada más que la muerte podrá separarnos. Mi carta de presentación y despedida.

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  1. nat dice:

    Hola,
    … yo creo… que si la muerte puede separarte de alguien no deberías despedirte en la presentación.
    … y trato de pensar… que la filosofía no es una herramienta (a modo de fichaje teórico fundamentalista), es mas bien un «modo de ser».

    Percibo laboriosidad en tus escritos, realmente me atraviesan recuerdos, olores, nauseas, un cúmulos de expresiones que para bien o para mal me atan a este muro de wordpress, que espero poco a poco dejarlo en el olvido.
    Hoy mencioné (en voz alta) una expresión que encontré en tu escrito, y sólo pude sentir desprecio hacia la persona, que tanto quise por la cual lo pronuncié. «steresis» – Ausencias. De ausencias estoy llena, empachada. Decidí tomar la posta y plantar las ausencias mas profundas, demostrarles a los demás lo que han hecho de mí. Todavía seguirán jackeando teléfonos jajajaj, todavía trataran de lastimar y derribar mi sensibilidad, que es y no saben, es mi fortaleza. Plantaré mi ausencia en cada ser de la manera mas dulce que pueda. No imagino finales junto a nadie, siento el camino, sola.

    Empecé a entender Nietzsche 😉

    Ojo! No me tomo personal tu escrito, sólo trato de compartir mi apreciación. Saludos desde Argentina.

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